10 de febrero de 2011

Abandonos (parte 2)

  Día seis
  Te llamé. Dijiste “hola” y corté (no supe contestar). Ahora se me ocurren varias frases, todas elaboradas en mi cama.
  - Hola ¿cómo estás?
  - ¡Hablá infeliz! Argumentá bien todo sino voy a creer que me seguís amando. Dale, sin frases hirientes y de frente. Es necesario.
  - Estoy comenzando a creerme eso de la lástima, que nunca me amaste, no encuentro otra razón. Te burlaste mal de mí.
  - Cuidá tu camioneta, puedo destrozarla. Cambiá de celular, voy a torturarte, contarle a tus amigos las cosas más horribles que hacés, convencer a tu vieja de la mierda que crió. Y sabelo: mi vida sin vos no tiene sentido. Que pese en tu conciencia. Farsante.
  - Por favor, no me dejes. Puedo cambiar. Romper lo que soy. Resolver algunos temas con el orden. Al gimnasio voy a ir, ya te lo dije. Mi vieja no tiene idea de todo esto ¿ves que no siempre recurro a ella? Podríamos mudarnos a una casa con fondo y perro. Mirar partidos de tenis.
  - Quedate. Aunque no me ames. ¿Qué tiene él que no tenga yo? Quiero tu infelicidad. Tu aburrimiento. Tu rencor. Te lo suplico, no me dejes.
  - Me amás, pero no podés manejarlo. Esto es mucho para vos. Dejame ayudarte. Acostate acá. Viajemos juntos a nuestro primer encuentro. ¡Qué lindos somos! Mirá, se desarman las paredes de mi cuarto ante nuestro primer beso. ¿Te acordás? ¡Qué noche! Mi casa, las cucarachas, esa mañana con mates y vigilantes. La despedida y los reencuentros, la necesidad de vivir juntos, comprar los muebles nuevos, los cuadros, pintar las paredes, mis llantos en “Mirasoles”, tus caricias.
  - ¿Se acabó? ¿Qué hago con las fotos, la pena, el ventilador del dormitorio? El amor no se termina, al menos no para mí.
  - Deberías haberme avisado, tenerme preparado. ¡Dejarme a esta edad! ¿Qué me queda? Alguien mayor.
  - ¿Cuándo se te ocurrió dejar de quererme? Ya sé, nunca me amaste. Ya sé, te desilusioné. ¿Es mejor estar con él? No contestes, por favor. Imagino una plaza: camino (solo y viejo), vos cruzás con el otro (se ríen, son felices, tienen un ovejero alemán). Me desplomo. Falta el aire. Siento una tristeza que va desde el estómago a la garganta. O al revés. Estoy confundido. Eso es obvio.
  Día siete
  No sé si tendrás en tu vida quién te de cariño como lo hice yo / No sé si querrán abrazarte después de amarte como lo hice yo /… Más nunca tendrás quien te quiera, te lo juro por ésta, como lo hice yo (bis) / (Sandro)
  Soñé que te encontraba y me salían las palabras justas y precisas. Vos escuchabas, entendías. Me besabas. Acabo de bautizarte “Fantasma M”, siempre presente, hasta en los sueños. ¿Cómo habrás despertado esta mañana? ¿Prendiste la ducha y volviste a la cama? ¿Ya te diste cuenta de que estoy borracho? Sandro, vodka, bis, Sandro, vodka. Sandro tiene razón, nadie va a amarte más que yo, el que te escribe como un idiota. Surge otro estribillo: Soy el que quererte quiere como nadie, soy. Voy a poner mi disco de Tori Amos y a revolcarme en el piso. Más bajo no puedo caer.
  Día ocho
  Y morirme contigo si te matas / Y matarme contigo si te mueres / Porque el amor cuando no muere mata / Porque amores que matan nunca mueren / (Sabina)
  Me gustó verte ayer. Me gustó lo que hicimos en el living, después en el pasillo y que terminamos en el cuarto. Me gustó volver a sentir tu olor. El calor de tu cuerpo con el mío. Nuestras manos entrelazadas. Perdón por lo que te dije al final. Pero me di cuenta de este dualismo amor-odio que siento por vos. Algo de esperanza me surgió de ese encuentro. ¿Lo pensaste bien? ¿Sabrás lo que significa no estar conmigo? El tiempo dirá. Hoy estoy contento aunque tu cuerpo falte a la hora de dormir. Este amor me mata, por ende, no va a morir. Estoy seguro.
  Día nueve
  Hubiera jurado que ayer llamabas con todo tu arrepentimiento por haberme dejado. Borrón y cuenta nueva, pidiendo las llaves de nuestra casa. La cosa es más seria de lo que parece. ¿Tendré que arrodillarme? Voy a escribirte diariamente suplicando tu regreso. Y cuando por fin te decidas, quemar este cuaderno (jamás seré tan sincero con vos). Hasta mañana entonces. Me despido con una de Shakira: Es una tortura perderte. O de Fito: Fue amor. O de Dexler (la mejor): Lo que tenga que ser que sea / Y lo que no por algo será / No creo en la eternidad de las peleas / ni en las recetas de la felicidad.

  Pasaron no sé, muchos años creo. Desde aquel día no volví a escribir. No quemé el cuaderno. Lo encontré mientras me cambiaba de dormitorio, a uno nuevo y más cómodo. Lo leí con una mezcla de melancolía y alivio. Melancolía porque fue un tiempo que pasó. Alivio porque no volviste. Ya no te odio, ya no te amo. Simplemente sos un recuerdo. Después te dedicaste un tiempo a torturarme, a aparecerte en todos los lugares posibles con él. Hasta en mi casa. Hablaste mal de mí a quién quiso escucharte. Yo traté de no hacerlo, pero a veces me rebalsaba la bronca de escuchar las barbaridades que inventabas.
  Ahora sí me deshice del cuaderno. Voló a un tacho de basura y no me arrepentí. Ya no me apego al pasado.   Mientras, no sé si es una ironía o qué, comenzaba una de Lhassa: No necesito amar no necesito / Yo comprendo que amar es una pena / Y que una pena de amor es infinito / No necesito amar tengo vergüenza / De volver a querer lo que he querido / Toda repetición es una ofensa / Y toda su expresión es un olvido.

No hay comentarios:

Publicar un comentario